Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

Los alemanes no descienden de los arios

* Se equivocan nazis y neonazis

 

Dos neonazis fueron detenidos por el FBI en Estados Unidos porque tenían planeado matar al candidato por el Partido Demócrata a la presidencia, Barack Obama.

Los acusados se dicen descendientes de la raza Aria, como lo hacía Hitler; proclaman la supremacía blanca y uno de sus rasgos distintivos es la cabeza rapada.

Pero, ignorantes como son, igual que sus iguales en aquél país y en Alemania, Francia y España, se equivocan en todo.

Adolfo Hitler creía, efectivamente, que los alemanes descendían de los arios. Un error de interpretación llevó a muchos en aquella época a aceptar esa creencia como válida, pero es errónea. Y fue uno de los puntos de partida para masacrar a millones de judíos.

Los arios, igual que los drávidas, fueron en realidad fundadores de la India y Persia (actual Irán, “Aryan”, que viene de Ayr+an: “país de los arios”).

Los alemanes descienden de los germanos o germánicos, grupo de tribus que habitaba en Germania, región que estaba al norte del Imperio Romano.

Estas tribus eran los alamanes, los anglos y sajones, los burgundios, los francos, lombardos, ostrogodos, suevos, vándalos, godos y visigodos.

Los primeros se asentaron en lo que hoy es Alemania, los segundos en las Islas Británicas, los francos en Francia, los lombardos en Italia, los suevos y los visigodos en España.

Así que los germanos son los ancestros de pueblos tan diferentes como España y Alemania, como Italia e Inglaterra, además de Francia.

Eran pueblos bárbaros, como casi todos los que habitaban la antigua Europa y como casi todos los pueblos de la antigüedad.

Cuando lo que hoy es América Latina fue conquistada por los españoles, la habitaban pueblos como el azteca, el maya, el tolteca y el inca, por nombrar algunos. Son ampliamente conocidas sus características. Eran estudiosos de las matemáticas y de la astronomía, además de otras disciplinas.

La conquista derivó en el mestizaje. Padre de un continente y madre de otro. Los latinoamericanos descendemos de la mezcla de ambos grupos étnicos, con defectos y virtudes de los dos.

Si el español desciende de los pueblos germánicos, nosotros también, en parte, porque descendemos de los que conquistaron este territorio (no a nosotros, los actuales habitantes, que ya formamos otra cultura) y de los que aquí vivían.

Un caso ejemplar fue el de Gonzalo Guerrero, que llegó a las costas de lo que ahora es México, procedente de Cuba, junto con el sacerdote Jerónimo de Aguilar. Naufragaron y Gonzalo se unió a una princesa (dice la leyenda), tuvieron hijos y cuando años después llegó Hernán Cortés y se enteró de la existencia de dos españoles en estas tierras mandó por ellos.

Sólo Jerónimo acudió al llamado. Gonzalo mandó decir al conquistador que él “ya tenía esposa e hijitos” aquí y que, en consecuencia, si tenía que luchar, lo haría del lado de su familia contra los invasores recién llegados. Jerónimo se unió a Cortés y le servía de intérprete, junto con la Malinche. Dice Bernal Díaz del Castillo que cuando vieron al sacerdote no podían creer que fuera español porque el sol le había puesto la tez muy morena, igual a los indígenas que habitaban el territorio.

Gonzalo estaba orgulloso de su origen español, pero también de su tierra adoptiva, en la que ya tenía esposa e hijos.

La realidad es que en la actualidad y a tantos años de distancia, nadie se puede sentir orgulloso de provenir de algún pueblo bárbaro y menos cuando es el equivocado.

Hitler, los nazis y los neonazis no descienden de los arios, sino de los germanos, así que esa supremacía aria está basada en una gran equivocación. Los hindúes y los iraníes sí se pueden proclamar descendientes de los arios, pero tampoco eso les da alguna supremacía sobre ningún otro pueblo.

Los hindúes y los iraníes tienen la tez morena, heredada de los arios, así que la tal supremacía blanca determinada por el color de la piel de los multimencionados arios también es una falsedad. Pobres ignorantes, partiendo de una mentira absurda querían asesinar al que tal vez se convierta en el próximo presidente de los Estados Unidos, por el simple hecho de que el color de su piel es diferente a la de ellos.

Los africanos son identificados por diversas características: piel muy oscura, nariz ancha, pelo crespo y frente saliente a la altura de las cejas. Pero fue precisamente ese color de piel el que les permitió sobrevivir bajo el inclemente sol del suelo africano. Y su resistencia física es mayor que la de otros. Son muy buenos para el canto y para el baile, como si al nacer ya trajeran el ritmo.

Uno de ellos, Obama, viene de un mestizaje, la mezcla de una mujer blanca de América y de un hombre de color, de Kenya, África.

Bendita mezcla. Los reyes europeos padecían una enfermedad llamada hemofilia, debido a que se casaban entre familiares, y eso les podía provocar hemorragias imparables que los llevaban a la muerte.

Concientes de esto, en la actualidad evitan los casamientos con otros nobles y eso ha dado lugar al acceso de la gente común y corriente a la monarquía (es el caso de Letizia con Felipe).

Éste es, entonces, otro punto en contra de las llamadas “razas puras”, que dicen que nunca se han mezclado con otras, que precisamente la falta de cruce entre diferentes grupos étnicos ha dado lugar a diversas enfermedades, entre ellas la hemofilia.

La tal supremacía blanca o aria es, finalmente, una soberana mentira.

 

Cabo suelto:

Para terminar, viene al caso mi respuesta a una apreciable lectora de “Personajes”, con la que tocaba el tema de los españoles que emigraron a “hacer la América” en el siglo XIX y llegaron a México a vivir… y aquí se quedaron para fundar una familia:

En esa época, los que venían de Burgos salían de España generalmente por el puerto de Bilbao, que era el que les quedaba más cerca. Mi bisabuelo se llamaba Juan Bautista (Bautista como nombre, no como apellido) Diez Martínez Gil y era de un pequeño pueblo, que ahora no llega ni a mil habitantes, llamado Barcenillas del Ribero, ubicado en la Merindad de Montija, Provincia de Burgos, Castilla la vieja. He estado en España, pero no me he dedicado a indagar quiénes fueron los padres, abuelos, bisabuelos, hermanos, etc., de él. Lo haré algún día (espero).

Un detalle curioso: en la catedral de Burgos hay dos catafalcos, muy bien esculpidos, en exposición; contienen los restos de El Cid, Rodrigo Díaz de Vivar y de su esposa, doña Jimena. Rodrigo era hijo de Diego y tengo un libro muy antiguo, con una de las primeras referencias al Cid en las que lo nombran Rodrigo Diez, no Díaz, pero a él le sucedió lo mismo que nos pasa a los que tenemos tal apellido: nos transforman el Diez en Díaz, que es más conocido. ¿Antepasado?

Claro que todos los apellidos españoles tienen un antepasado común muy lejano. Una investigación reciente asegura que todos tenemos en el mundo un máximo de seis personas de distancia, entre cada uno de nosotros, que nos conectan como parientes.

Bertha, la hermana de Angélica Arenal (la esposa de Siqueiros), que me rentaba la propiedad en la que tenía yo las oficinas de una revista que dirigía, me decía que para ella era mucho mayor motivo de orgullo hablar de su ascendencia indígena. Yo creo que debemos estar orgullosos de ambas ascendencias.

No hay que exagerar en ninguno de los dos sentidos:  nuestros padres, los del pueblo mexicano en general, son español y mexicana (o mexicano y española) y de los dos podemos estar orgullosos.

También les debe suceder a los que tal vez no descienden de Cortés y La Malinche, pero viven en este pueblo maravilloso en el que crecen nuestros queridos hijos y nietos, que algún día se casarán y tendrán a su vez hijos con esa ascendencia.

Es un pueblo que atraviesa por muchas dificultades actualmente, pero es el que nos vio nacer, igual que a los pequeñitos que ahora cuidamos porque son sangre de nuestra sangre. Basta ese hecho para desear que resuelva sus problemas, para que los que nos siguen tengan una vida mejor.

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